viernes, 17 de julio de 2009

LOS SUPERDOTADOS y el camino a las tortillas


CAMINA, PROBABLEMENTE, la misma distancia que recorro en mi ruta al sitio donde todas las mañanas me recoge el autobús de la empresa. En una ocasión la vi de regreso al final del día. Puedo pensar que tiene un horario parecido al mío en el trabajo porque igual transitaba con un andar cansado de vuelta a su casa. Se trata de una muchacha que viaja en un camión parecido al que tomo, pero de distinta empresa.
Con sus crestas y sus valles, debe tener una historia como la que todos tenemos.  La peculiaridad de la suya es que ella tiene poliomielitis. Tiene, lo que se denomina, capacidades distintas.
Es evidente que cada paso representa para ella un dolor profundo. Su mirada lo hace patente y uno adivina que no le es sencillo desplazarse. Sin embargo lo hace. Día con día.
Jim Abbot es un pitcher, relativamente exitoso, jugó en la década de los noventas para varios equipos en las ligas mayores. Entre ellos recuerdo a los Serafines de California y los Yankees de Nueva York. En sus inicios, fue parte de el equipo olímpico de baseball de los Estados Unidos en las Olímpiadas del 88. Inclusive lanzó un juego sin hit ni carrera– que es cuando ningún bateador alcanza base–, contra los Indios de Cleveland en el año de 1993.
Abbot no es, ni será, el mejor lanzador de la gran carpa, por que finalmente son las estadisticas las que dictan quién eres en el baseball profesional–87 victorias y 108 derrotas con un porcentaje de carreras limpias de 4.25 no es nada para presumir–, y su historia podría ser como la de muchos otros pitchers de ligas mayores,  de no ser por un detalle. Nació sin su mano derecha.
Creo que todos conocemos historias de ese calibre. Los héroes en la vida real no utilizan capa ni soportan rascacielos sobre sus espaldas. Son personas como lo somos todos nosotros. Creo que para Jim abbot jamás importó carecer de la mano derecha. Lo que realmente interesó fue que tenía una izquierda.
Vamos por la vida, muchas veces, pretendiendo ser mártires. Preguntándonos por que no se nos otorgó mejor suerte, más dinero, menos infortunio y más destreza. Yo lo he hecho. Y no volteamos a mirar hacia los que realmente nunca tuvieron nada. Esas personas para quienes nosotros– personas comunes y corrientes–, somos superdotados. Tocados por alguna especie de magia.
No es mi intención ser dramatico ni nada parecido. No quiero dar lecciones de vida, por que soy el más ignorante. Pero la próxima vez que mi esposa me pida ir a comprar las tortillas procuraré recordar que hay una muchacha, perdida en esta ciudad, que gustosamente iría, si pudiera caminar a la velocidad de mis pasos.

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